Alberto llegó a Nueva York en octubre de 1916. Pasó los primeros días paseando por las calles y avenidas de esa gran metrópoli. Un día, mientras recorría Broadway vio a una mujer con cabellos rojos que con paso rápido caminaba por la calle atestada de gente. La siguió hasta un teatro donde ella entró. Alberto le preguntó al portero el nombre de aquella hermosa mujer. En ese teatro se presentaba el Greenwich Village Follies y la muchacha de pelo rojo era la bailarina Anna Mae Clift. Alberto espero fuera del teatro hasta que terminó la función y una vez que la muchacha salió, se le acercó diciéndole que era artista y quería pintarla, pero que no tenía dinero para pagarle. Sin dudarlo, ella aceptó. El flechazo de cupido fue instantáneo. Anna Mae, era hermosa, delgada con una enorme cabellera roja que enmarcaba una sensual cara, con unos ojos azules que se tonaban violáceos de acuerdo con la luz del sol. Desde ese momento, la muchacha posó para el artista muchas veces y en todo ese tiempo Alberto no se atrevía a decirle que estaba perdidamente enamorado de ella.
Alberto tomó la decisión de quedarse en Nueva York y le dijo a su padre que no regresaría a Arequipa. Su padre aceptó la decisión del muchacho y le deseó lo mejor, pero le advirtió que no recibiría más ayuda económica de su parte y por tanto, desde ese momento, se las debía arreglar sólo. Alberto tenía que buscarse un medio de vida.
Para quien conoce las obras de Vargas siempre piensa en las chicas pin-up, las “Chicas Vargas” publicadas en Esquire y Playboy; sin embargo, sus primeras obras con Anna Mae y otras chicas de la farándula neoyorquina, denotan un talento superior o igual a los de Ingres, Degas y Toulouse-Lautrec. Vargas trabajaba sus originales en óleo, pastel o tinta. Su preferencia era la acuarela y ninguna de las reproducciones que se ven en la actualidad hace justicia al arte perfecto del artista con las tonalidades y la plástica que esas obras poseen. Los retratos de 1920 de Lila Lee, también conocidos como "Canario Amarillo" y los de Caja Eric, una de las chicas de Ziegfeld, revelan esa facilidad que Alberto tenía para animar la figura femenina, con sombras al estilo de Rembrandt y Vermeer.En 1928, pintó "Spanish Lace" también llamada "Spanish Gypsi" una pintura perfecta que muestra el talento del artista peruano. Pero el pintor Alberto Vargas, por razones de necesidad, se convirtió en el "Rey del Arte Pin-up", del retrato colgado en la pared. Estando solo en Nueva York, casi sin saber el idioma, no le quedó otra alternativa que dejar de pintar emulando a los grandes artistas europeos, para dedicarse a hacer un trabajo que le brindara beneficios económicos inmediatos. Sus primeros trabajos los realizó retocando negativos para un fotógrafo de la Quinta Avenida. Luego dibujó cabezas y sombreros para Butterick Patterns, un fabricante de patrones de costura, tan de moda en aquella época. Luego se convirtió en artista "freelancer" vendiendo dibujos a $30 cada uno.
Terminó la Gran Guerra y Nueva York volvió a cobrar vida como centro del arte y de la moda. Vargas se convirtió en dibujante libre de varias revistas y periódicos, mientras seguía practicando la acuarela. Para entonces, su tema exclusivo eran las mujeres utilizando el aerógrafo que aprendió a usar en el laboratorio de su padre. Florenz Ziegfeld quedó maravillado por las cualidades artísticas de Alberto y lo contrató para que pintara a las "Chicas Ziegfeld", mediante un acuerdo verbal que lo convirtió en el artista exclusivo del famoso empresario durante 12 años.
En el trabajo, Ziegfeld le daba las pautas. La sensualidad y la seducción eran la clave, el sexo debía ser sugerido pero nunca evidente, es decir Vargas tenía que expresar su arte en los delgados límites que existen entre el arte con clase y estilo de un desnudo de mujer y la simple obscenidad. Lamentablemente, la mayoría de las obras de Vargas durante ese período, se quemaron en un incendio que destruyó el depósito de Ziegfeld donde, entre otras cosas, guardaba las obras de Vargas.
Durante fines de los años 20, Vargas trabajó también para revistas y periódicos, haciendo publicidad, retratos y cubiertas para partituras de música. No le declaró su amor a Anna Mae Clift, su musa e inspiración, durante todo ese tiempo, por el contrario, fue Anna la que le sugirió que se casasen.
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